Tus piernas ardían
como el Coloso en llamas,
te comían con los ojos incendiados,
mientras tanto,
yo deseaba que fueses de esas
que nadie recomienda.
Y ahora que ha llovido sobre esas miradas,
me entusiasma esa forma
que tiene de tocarte la poesía.
Lo sé, bebo a destiempo,
te escribo a deshoras:
“Fuiste musa”.
Dime, qué te cuesta decir vale.
Lo sé, Dios se ha largado
sin pagar sus copas.
Lo sé, Dios se ha escapado
sin soltar prenda.
Lo sé,
lo sé de verdad,
lo sé desde el principio.
Lo sé,
lo mejor de ti
es el misterio
y ese rastro de confeti
que te acompaña.
Te comían incendiados
y tus ojos brillaban
como la Estrella Polar,
mientras tanto,
yo admiraba tu delicadeza espartana.
¡Buenísimo el homenaje perezoso!