Todo es del color de la ceniza,
plata orgánica que envuelve los recuerdos.
Carreteras vacías y colillas en las aceras,
conversaciones ahogadas en whisky ‘on the rocks’,
corazones que se desgañitan y abrazos que se buscan.
Todo es del color de la ceniza,
como tus ojos cuando no sabían quererme.
Cienpiés en los baños y rayas infinitas,
celofán y niebla en vasos de tubo,
miradas ausentes y colmillos de lobo.
Todo es del color de la ceniza,
acero industrial en un bosque de edificios.
Los soportales son una fiesta de vidas reencarnadas,
con gemidos y piernas entrelazadas,
besos y manos indecentes.
Todo es del color de la ceniza,
como aquellos labios insolentes.
Curvas y cuestas de metal,
botellines y meados como ríos sin vida,
ilusiones de una noche lejana perdida en el alba.