Mi mundo ardía, todo giraba inexorablemente con la fuerza de las cosas que no se pueden parar, que por inercia, destino o vete a saber qué fuerza acaban llegando y destrozando todo a su paso.
Todo arde, se consume lentamente, tan lentamente como el tiempo en una clepsidra, fijo, justo, dañino. No se puede luchar contra lo que viene a golpearte en las pelotas, simplemente tienes que reunir el empaque suficiente para aguantar el tipo.
Todo arderá, es nuestro sino, somos animales belicosos, luchadores y muy peligrosos. Siempre haremos daño, a nuestros enemigos, amigos y a quienes más queremos… pero lo triste de todo esto, no es saber que el ciclo se repetirá y no podemos hacer nada por evitarlo. Somos dolor. Lo triste es que, mientras nos preocupamos por jodernos cada día un poco más, somos incapaces de disfrutar de las pequeñas treguas que nos propone la vida, de aquellos pequeños momentos que nos hacen, sin duda, más grandes… más humanos.
Todo ardía, arde y arderá, seguiremos muriendo mirándonos al ombligo de nuestra complacencia, mientras el mundo girará sin pararse a pensar en nosotros.