Voy a pegarle fuego a las carreteras cuando salga el sol
y nos escondamos en aquellos recuerdos de billares,
daiquiris, sombreros de paja y colchones de verano.
No quedan estaciones que me lleven al centro de tus secretos,
con mis orejitas clavadas en el núcleo de tus andares,
pero aún así, vuelvo torero, con palabras precisas,
miradas sinceras y cremalleras que arden.
Porque el calor de ayer no es como el frío de mañana,
solitario y cansado,
marchito y zumbado…
… como estos zapatos, que le van a pegar fuego a las carreteras,
con el corazón de acero y las orejas tiesas.
No existen, ya, las marcas de tu boca en mi cuello,
y de tus años en mis cuartos traseros,
pero, por las noches, mis labios saben a los botones de tu falda,
a los vuelos de aquel vestido y al amargo sabor del fracaso.
Así que mejor voy a pegarle fuego a las carreteras,
me beberé las promesas y los deseos de un trago,
y, por fin, navegaré en otras cremalleras.