Estas jodido.
Te lo dices cuando descubres que vuelves a las andadas.
A las patrullas intermitentes,
bañado en la lluvia de canciones
anhelando engancharte de nuevo al último tren,
aquel que no pasa dos veces,
nunca frena,
pero que, por gracia divina,
tu hada madrina
o pura y sincera potra
siempre te espera en la estación.
Pero tu sitio está en medio de ningún lado.
Estas muy jodido.
Lo sabes.
Te lo repites cuando te descubres en ese bar
contando versos en las baldosas.
Cuando pagas la última cerveza
y la sonrisa de la camarera
que antes era una vía de escape,
ahora es un disparo de fogueo.
Sabes que ese tren no frenará,
no te esperará
y descarrilará con tus desperfectos.
Tu sitio está en medio de ningún lado.
Lejos de estaciones bien iluminadas,
limpias y acogedoras.
Estas jodido.
Pero eres así.
Inconsciente
inmaduro,
impetuoso
e irresponsable.
Pero tu sitio está en medio de ningún lado.
Así que por esta vez,
-te dices por lo bajini-
vas a mantener la boca cerrada,
las manos quietas
y el corazón…
¿El corazón?
En medio de ningún lado.