La niña en brazos
y tu marido en el otro asiento.
Habéis discutido,
os he visto por la ventanilla,
mientras el tren
-tu eléctrico salvador-
paraba lentamente en la estación.
Tus ojos,
dos destellos de navidad,
sonríen tristes cuando me levanto.
Te sientas enfrente
y tu marido en el otro asiento.
Nuestros reflejos
se miran a través del cristal
y se cuentan todo aquello
que dura un instante,
pero que esconde
lo que no se puede contar en una vida.
Los verdaderos segundos que
de breves
la encienden
e inspiran de verdad.
Después llega tu parada
y te vas.
Yo seguiré buscándola,
te digo al despedirme,
pues sus ojos
iluminan como tú.
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